Urano y Neptuno no deberían ser como son si se hubieran formado siguiendo las mismas reglas que el resto de los planetas del Sistema Solar. De hecho, si procedieran de la misma nube de polvo de la que nacieron el resto de nuestros mundos vecinos, no habrían tenido, tan lejos del Sol, material suficiente para hacerse tan grandes. Y eso es un rompecabezas que desde hace décadas ha traído de cabeza a muchos astrónomos de todo el mundo.
Ya en 2005, surgió la idea de que Urano y Neptuno cambiaron de posición durante la formación del Sistema Solar, hace casi cinco mil millones de años. Un equipo de astrónomos dijo entonces que, en ese escenario, los dos planetas se habrían formado mucho más cerca del sol para después emigrar hacia las regiones exteriores de nuestro sistema planetario. Una migración durante la que, según apuntó Desch en 2008, Neptuno habría conseguido devorar una hipotética «supertierra» dos veces mayor que nuestro propio planeta. Y de paso, apropiarse de su satélite. Tritón, en efecto, que es mayor que Plutón, se mueve exactamente en dirección contraria a la rotación del propio Neptuno, lo que sugiere que no se formó a la vez que ese mundo gigante, sino que fue capturado por él.
Para conocer más sobre el Sistema Solar recomendamos el libro Crónicas del Sistema Solar, de Francisco Anguita y Gabriel Castilla.
Cuenta Gabriel García Márquez que el hijo de unos amigos no podía creer que la máxima hazaña espacial del hombre hubiese sido llegar a la Luna. ¿Y Star Trek? ¿Y la guerra de las galaxias? Todo inventado, hijo, nada más que películas... Y sin embargo, el Sistema Solar descubierto en el último cuarto del siglo XX encierra mundos tan fantásticos como los creados por los magos de Hollywood: ahí tenemos a Ío, donde la lava cambia el paisaje cada año; o a Tritón, lanzando espectaculares surtidores de nitrógeno en el límite del cero absoluto; o los sistemas de anillos, que se hacen y deshacen como nubes.
1 comentario:
Pensaba que el devorador era Saturno, habrá que revisar los mitos ;-)
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