Pasados unos segundos, las bombillas empiezan a parpadear, como si estuvieran a punto de fallar. Después, por un breve instante, brillan con una intensidad inusitada... y se apagan para siempre. En menos de un minuto y medio, toda la ciudad, todo el país, todo el continente, está completamente a oscuras y sin energía eléctrica. Un año después, la situación no ha cambiado. Sigue sin haber suministro y los muertos en las grandes ciudades se cuentan por millones. En todo el planeta está sucediendo lo mismo. ¿El causante del desastre? Una única y gran tormenta espacial, generada a más de 150 millones de kilómetros de distancia, en la superficie del Sol.
No nos inventamos nada. Esto podría ocurrir en Madrid, Pekín o New York. Pero lo descrito arriba es exactamente lo que pasaría si el actual ciclo solar (que acaba de empezar después de más de un año de completa inactividad) fuera sólo la mitad de violento de lo que se espera. Así lo dice, sin tapujos, un informe extraordinario financiado por la NASA y publicado hace menos de un año por la Academia Nacional de Ciencias de los Estados Unidos (NAS). Y resulta que, según el citado informe, son precisamente las sociedades occidentales las que, durante las últimas décadas, han sembrado sin quererlo la semilla de su propia destrucción: depender de una tecnología que se ve afectada a diario por las emisiones solares.
Pero saber más para comprender mejor es el objeto de la divulgación. Os ofrecemos nuestro título El Sol, algo más que una estrella, de Manuel Vázquez.
Han existido momentos en la historia de la Ciencia en que un descubrimiento parecía poner en cuestión leyes aparentemente inmutables. A veces ocurrió esto y en otras ocasiones se encontró una explicación adecuada. La evidencia de la alta temperatura de las capas externas del Sol, parecía contradecir la segunda ley de la termodinámica, pero se encontró una explicación para ello. Es una parte esencial para entender el Sol y sus relaciones con la Tierra.
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